A veces, la vida nos sorprende a través de nuevas vivencias o de las historias de otros. Escuchar a las personas compartirme sus desafíos y triunfos, algo que suelo traer en las charlas amenas, me recuerda lo impredecible—y transformadora—que puede ser la vida cuando la intentamos ver de la mejor manera. Con frecuencia me doy cuenta de que decidir aventurarme en algo nuevo no es necesariamente una señal a un posible fracaso, es más bien un reflejo que me invita al aprendizaje, autoconciencia y crecimiento.
Gracias a mis tareas editando y escribiendo, he tenido innumerables conversaciones con personas a las que suelo encontrar algo que admirar—amigos, colegas e incluso desconocidos con quienes comparto una charla de 10 minutos quizá y un cafecito. Muchos, sin saberlo porque no se los he dicho, me han traido esos momentos de claridad en los que cuestionaba mis confusiones, asignaciones, y hasta mi propio camino en un dado momento. Estas conversaciones me han enseñado que, a veces, un camino diferente no es una desviación, sino un realineamiento con la persona en la que nos estamos convirtiendo y determinando aquello que estamos atrayendo.
Creo que cuando la vida nos empuja hacia el cambio, es fácil sentirnos con incertidumbre o incluso creernos derrotados por no dar lo que creemos es la talla que se nos pide en un instante. Pero, en mi reflexión me pregunto, ¿y si cambiamos esa narrativa? ¿Y si vemos cada giro, cada nuevo comienzo, como un ejercicio de plena libertad? Y esa libertad es para explorar lo que queramos, evolucionar en algo y de hacer más de aquello que realmente descubrimos resuena con la esencia de quienes somos ahora.
Empezar de nuevo—especialmente cuando el miedo nos acompaña y no tenemos tiempo para evitarlo—rara vez es fácil o cómodo, ni siquiera en mucho intentos es productivo. Sin embargo, es en esos momentos que nos estiran los pensamientos y capacidades donde nos transformamos de formas que no sabíamos o no queríamos hacer pero que necesitábamos. Nuestro carácter, para ser el primero afectado, se fortalece; nuestra mentalidad se expande y enriquece ; y nuestra resiliencia crece y se recarga.
Son tantas las cosas que uno va aprendiendo en la vida, y una de ellas que merece recordarse es que vivirla no se trata de tener que aferrarnos a una sola historia. Se trata de permitirnos, liberarnos a, reescribir capítulos a unos con mejores finales, de aceptar las correcciones cueste lo que cueste y de dejar que las sorpresas de los momentos y las emociones enriquezcan nuestra narrativa.
Así que, querido lector, si te encuentras justo ahora al borde de la confusión porque estás dando espacio a un nuevo comienzo, no lo veas como el final de lo que fuiste alguna vez. Míra estos instantes como una oportunidad para honrarte, valorar tu libertad, y aprender como el gran estudiante que eres sobre una vida que esté en total sintonía contigo mismo en crecimiento y evolución.
Me fascinan las historias, y aunque todos podemos vivir varias en nuestras vidas, no necesariamente nos pertenecen exclusivamente. En nuestras historias otras personas se encontrarán navegan y entendiendo sus propias transiciones—y esto lo llegué a creer por las respuestas que recibía y los cambios que observaba en mi entorno cada vez que compartía una historia que abría mis ojos—. Permitámonos seguir abrazando todas las cosas que traen valor a nuestra vida, y en especial el valor de empezar de nuevo creyendo y confiando.
Ten feliz día.