Definir qué quiero comunicar.

Cualquier movimiento, transacción e intercambio que sucede entre dos o más personas puede solamente ser completado exitosamente con la comunicación. De eso no hay dudas.

Para algunos, es absurdo imaginar pasar las horas, y no intentemos los días, sin comunicarnos. Hay alguien enviando un mensaje, hay alguien recibiéndolo. El mensaje lleva estadísticas, conceptos, ideas, creencias, actitudes, instrucciones, sentimientos, emociones, y tantas cosas más que hace rico todo este proceso de comunicación.

Ahora, lo que sucede entre quien envía el mensaje y quien lo recibe es un proceso maravilloso —realmente lo es—. Y ¿sabes qué es lo más interesante a veces durante ese proceso?, darnos cuenta de que no siempre tenemos la mínima idea de cómo sacar el mejor provecho de cada momento.

Y esto lo sé (o mejor dicho, lo he ido aprendiendo) muy bien por varias experiencias personales. No siempre hablar tanto generalmente comunica mensajes de valor —o de plano indica algo. Pero cuando uno encara la realidad de tener que aprender a ser mejor para vivir satisfactoriamente con lo que haga, y compartiendo lo que piensa con claridad y sinceridad, es allí entonces donde recapacitamos sobre nuestras cualidades, facultades, fortalezas e incluso expectativas de la vida, y con ello comenzamos a usar las herramientas y recursos que tengamos disponibles para seguirnos desarrollando.

Y la mejor herramienta con la que contamos para fomentar un buen desarrollo, y en distintas áreas, es la comunicación. Busquemos siempre las maneras para comunicarnos construyendo donde vayamos.

La comunicación escrita, en especial, es una de las más delicadas pero que bien llevada puede darle a uno la oportunidad de transformarse, de reconstruir una vida y presentarse como esa persona que siempre sueña ser o sino la ha soñado, entonces la que decide tener que ser. Y un elemento que juega un gran papel en esa mejoría individual, es tener la habilidad de acercamos, congeniar e integrarnos con otros y ser participes de sus propios mundos.

No es siempre lo que decimos lo que importa tanto más que cómo lo decimos. Y muchas veces en la vida lo olvidamos por distintas razones, y esto nos deja efectos que nos acompañarán por muchos años. Y algo valioso de la evolución como seres humanos sociales es que nunca es tarde para recordarnos cuánto importa cómo decimos las cosas.

La actitud con la que expresamos nuestros pensamientos e ideas, la pasión con la que nos abrimos para ser entendidos, el sentimiento que ponemos al envolver a otros con lo que hacemos, e igualmente el aceptar y apoyar a otros dejándoles que tomen lo mejor de lo que comunicamos, es muy importante. Y parte de lo que hace este proceso de comunicarnos excitante es entender que como buenos comunicadores podemos lograr manejar todo ello mientras encendemos la llama en las personas para que ellas logren lo mejor de sí abriéndoles las puertas a nuevos conocimientos y exploración.

Los métodos para comunicarnos son muchos, tú incluso haces uso probablemente de todos o casi todos ellos. Generalmente, se conocen como los verbales y los no verbales. Hablamos, escribimos, nos movemos, observamos y miramos, entonamos, pausamos, rebuscamos, y hasta nos vestimos acorde utilizando ‘simbologías’ y gestos para hacer invitaciones a otros de una forma muy particular.

Te comparto de todo esto porque son puntos claves que con el tiempo fui aprendiendo a manejar con más facilidad y que hoy en día siguen siendo fundamentales a la hora de ayudarme a definir o identificar exactamente qué es lo que quiero comunicar. Y sobre todo, ¿por qué?

Traer un tema a conversación, exponer un punto de discusión en un email, crear un contenido para una página web, o incluso crear un catálogo informativo de productos, como ejemplos, no son tareas tan complicadas —cuando le agarramos el gusto—. Lo complicado de cada tarea que tenemos en mente se presenta justo cuando uno se sienta a darle forma para presentarlo; en ese instante suele a veces invadirno la incertidumbre por no saber qué exactamente decir o escribir. Y la verdad es que a todos nos pasa eso en varias oportunidades.

Personalmente, cuando me enfoco en crear contenido —para darte ejemplos del proceso por el que paso en uno de mis trabajos— suelo hacerme preguntas como estas: ¿Cuál es el propósito de lo que tengo que comunicar? De lo que he encontrado, ¿qué es lo que puedo modificar? y me recalco no dejar fuera esta pregunta, ¿a quienes les voy a escribir?

Tener respuestas a todo esto envuelve hacer una tarea que puede ser tediosa para mí al escribir o editar al principio, pero luego se convierte en algo que inevitablemente disfruto cuando me sumerjo en ello. Se hace un hábito hacernos preguntas que poco a poco nos ayudarán a identificar con rapidez los elementos que queremos utilizar y las palabras apropiadas que queremos transmitir para un mensaje específico en un momento dado.

Son muchos los factores que afectan en la comunicación, y algunos de ellos están fuera de nuestro control —y esto tenemos que recordárnoslo constantemente—. Sin embargo, hay otros detallitos que están a nuestro alcance, y es nuestra responsabilidad controlar: El buen humor, la actitud que pongamos, el conocimiento sobre un tema, la creatividad a la hora de pensar y adaptarnos al entorno, son por ejemplo cosas que influyen cuando vamos a escribir o a hablar – somos capaces de comunicarnos en tantas formas–. Y deseo que te lleves esto: Siempre podremos comunicarnos con mejores resultados cada vez, y aún estando en las mismas circunstancias.

La clave de comunicar exitosamente un mensaje, he aprendido, radica en que uno sepa qué es lo que quiere decir primeramente, conozca qué medios va a utilizar para hacer llegar ese mensaje, y distinga qué técnicas o tácticas empleará para cerciorarse de que la otra persona ha recibido el mensaje y expresado su opinión (porque de alguna manera uno necesita recibir un feedback). En esta comunicación efectiva, que no es solo explotar todas las palabras que nos llegan a la mente sobre algo o alguien, uno debe incluir y considerar a la persona quién está recibiendo esas palabras, y saber qué tomar de la conversación y cómo responder ante todo.

Cuando vayas a escribir cualquier mensaje, sea para algun cliente, sea para tus vendedores por catálogo, sea para tu departamento de mercadeo, sea para tu novia, sea para una página promocional, sea para una invitación a un evento con tus amigos, o para un email de aplicación de trabajo, te recomiendo hacerte el hábito de preguntarte cosas comas las siguientes que te van a ayudar mucho:

  • ¿Qué es lo que pretendo con lo que voy a escribir?
  • ¿Qué respuestas desea escuchar mi audiencia sobre esto? (la entrevistadora del trabajo, tu novia, tu cliente, tu visitante de web, por ejemplo)
  • ¿Qué palabras son claves y despertarán atención a esta persona para que me escuche?
  • ¿Qué fundamenta y soporta lo que voy a decir?
  • ¿Realmente conozco a la persona con quién me comunicaré?
  • ¿Tengo las palabras más acordes para el momento y la situación?
  • ¿Qué tan formal o casual puedo escribirle o hablarle?
  • ¿Realmente estoy de humor para responder?
  • ¿Puedo escribir al respecto lo que pienso y releerlo mañana nuevamente antes de enviarlo o discutirlo?
  • ¿Sé mis  3-5 punto críticos sobre lo que quiero decir claramente?

Y una pregunta que nunca esta de más y que muchos quienes trabajamos con palabras la consideramos valiosa, ¿Pedir ayuda a otra persona me abriría oportunidades para mejorar con lo que quiero comunicar?

La comunicación es un acto sabroso, que indiferentemente de lo que otros puedan decirte, si vas a discutir en tonos altos, o si vas a enamorar con susurros, al menos prepárate y empalágate con palabras que muestren justamente tu carácter.

–Mi sincera opinión.